Se puede definir la impermeabilidad de un material como
la dificultad que presenta para ser atravesado por un fluido, bien sea líquido o gas. Por tanto, los factores de los que depende dicha impermeabilidad son el volumen, la distribución y el tamaño e interconexión de sus poros.
Actualmente existen numerosos tipos de materiales, aptos para tratar de manera eficaz, prácticamente la totalidad de los casos posibles que se presentan en una impermeabilización.
Resulta imprescindible utilizar dichos materiales tal y como recomiendan los fabricantes de los mismos.
Es el agua por tanto uno de los principales agentes agresivos en la construcción. La presencia de humedad en los edificios es la causante de la degradación, tanto de los elementos estructurales, como de los elementos más expuestos (cubiertas, fachadas, etc.).
En la obra civil destinada a elementos de contención (presas, depósitos, cubetos, etc.) o a la circulación de agua (canales, acequias, tuberías, alcantarillado) es evidente la necesidad de proteger los materiales de su degradación, evitar las pérdidas a través de los mismos, así como cualquier tipo de contaminación de las aguas por parte de los elementos constructivos.
Por tanto, es imprescindible adoptar, tanto en edificación como en obra civil las soluciones más adecuadas, específicas y actuales a los distintos y variados problemas de impermeabilización.
En la construcción es relativamente normal que defectos de impermeabilidad como por ejemplo: vías de agua, humedades causadas por el nivel freático, filtración en muros de sótano, juntas frías, etc., provoquen problemas en el edificio y su durabilidad.